Hécate

Qué raro que no hablara de ella antes...
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Fue originariamente una diosa de las tierras salvajes y los partos, una diosa madre hasta tiempos históricos. Cultos populares que se celebraban en su honor hicieron que fuese integrada en la mitología griega. Según el poeta Hesíodo, en época preolímpica, la diosa Hécate era poderosa en el cielo, la tierra y el mar, y dispensaba todo tipo de dones. Pero poco a poco fue perdiendo poderes y convirtiéndose en una diosa siniestra, de aspecto fantasmagórico y terrible y acabó ubicándose en el Hades. Finalmente se convirtió en patrona de magos y hechiceros.
A medida que su culto se extendía por Grecia se presentó un problema, pues el papel de Hécate ya estaba cubierto por otras deidades más prominentes del panteón griego, particularmente Artemisa. Emergen entonces dos versiones de Hécate en la mitología griega. La menos conocida es un claro ejemplo de un intento de integrarla sin disminuir a Artemisa. En ella, Hécate es una sacerdotisa mortal que desdeña e insulta a la diosa, lo que la lleva finalmente a suicidarse. Artemisa adorna entonces el cadáver con joyas y susurra para que su espíritu se eleve y se convierta en la diosa Hécate, que actúa como espíritu vengador, pero únicamente para mujeres heridas. A medida que la adoración de Hécate crecía, su figura fue incorporada al mito posterior del nacimiento de Zeus como una de las comadronas que escondieron al niño, mientras Crono consumía la roca falsa que le había dado Gea. La segunda versión explica cómo Hécate se ganó el título de "Reina de los Fantasmas" y su papel como diosa de la hechicería.
De forma parecida a como los tótems de Hermes se ponían en las fronteras como protección frente al peligro, imágenes de Hécate podían jugar también dicho papel protector. Se hizo común poner estatuas de la diosa en las puertas de las casas. Con el tiempo, la asociación con el alejamiento de espíritus malignos llevó a la creencia de que ofender a Hécate también los atraía. Ásí surgieron las invocaciones a Hécate como gobernadora suprema de las fronteras entre el mundo normal y el de los espíritus. Tenía un papel especial en las encrucijadas de tres caminos donde los griegos situaban postes con máscaras de cada una de sus cabezas mirando en diferentes direcciones. La función de Hécate en las encrucijadas proviene de su esfera original como diosa de las tierras salvajes y las zonas inexploradas. Esto llevaba a realizar sacrificios para viajar con seguridad por estos territorios. 
Hécate fue considerada soberana de las almas de los muertos. Se creía que, tanto al unirse el alma con el cuerpo como al separarse, es decir, al nacer y al morir una persona, estaba presente. Hécate residía en las tumbas aunque también tenía su lugar en los hogares, puede que porque éstos fueron en un tiempo la tumba doméstica. Aparecía también en las encrucijadas durante las noches claras con un cortejo de almas y de perros que lanzaban aullidos pavorosos. Existía la creencia de que podía tanto evitar que el mal saliese del mundo de los espíritus como permitir que dicho mal entrase. Hécate, pues, tenía un papel y poder especial en los cementerios. Su asociación con éstos tuvo mucha importancia en la idea de Hécate como diosa lunar. 

"Ven, infernal, terrestre y celestial Bombo, diosa de las encrucijadas, luz guiadora, reina de la noche, enemiga del sol y amiga y compañera de la oscuridad; tú que gozas con los ladridos de los perros y el espectáculo del derramamiento de sangre; tú que vagas entre las tumbas durante las horas de oscuridad, sedienta de sangre y del temor de los hombres mortales; Gongo, Mormo, luna de las mil formas, mira favorablemente mi sacrificio."

La perra es el animal más comúnmente asociado a Hécate, quien a veces es llamada la "perra negra", y alguna vez se sacrificaron perros negros a ella en rituales de purificación.

En el Malleus maleficarum se afirma que Hécate fue adorada por brujas que adoptaron partes de su mito como su diosa de la hechicería. Debido a que Hécate ya había sido muy difamada a finales del periodo romano, a los cristianos de la época les resultó fácil envilecer su imagen. En los papiros mágicos de Egipto grecorromano se conservan varios himnos que identifican a Hécate con Selene y la luna, ensalzándola como diosa suprema, madre de los dioses.

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